jueves, 31 de julio de 2014

El enemigo...


Hacía tiempo que se había dado cuenta que tenía un enemigo. Mucho tiempo, tal vez demasiado, tanto que –en cierto modo- se había acostumbrado a vivir con él.
Su enemigo no portaba armas, no golpeaba con sus puños, ni usaba látigos. Por el contrario, solapado seguía todos sus movimientos, o en realidad, sus pensamientos. Él podía escucharlo y su voz le resultaba familiar.
Su enemigo aparecía todo el tiempo, de día, de noche, al despertarse, al acostarse, mientras trabajaba, mientras descansaba y algunas veces lograba entrar en sus sueños.
Le hablaba bajito, casi en forma de susurro pero cada una de sus palabras y sus frases tenían la potencia de un trueno.
Le decía frases tales como “no podrás”, “no lo intentes pues fracasarás”, “ya no tienes edad para eso”, “no te ama”, “no sueñes, es inútil”, “no te arriesgues, es peligroso”.
Otras veces el enemigo se disfrazaba de miedo y entonces teñía toda su vida de temor: temor a enfermarse, a no ser feliz, a no ser amado, a no poder, a no lograrlo, a la muerte, la soledad. Su enemigo era realmente impiadoso cuando vestía ese disfraz, lograba deslucir su vida, paralizarla.
Cierto día, el hombre se cansó de vivir con su enemigo a cuestas y decidió luchar contra él, mas ¿cómo lo haría si no conocía su rostro? ¿Se puede vencer algo que no se sabe cómo luce? Tendría entonces que buscar primero su rostro, conocer sus facciones, su aspecto, luego vería cómo lo doblegaba.

¿Lo reconocería cuando lo viese? ¿Sabría a ciencia cierta de quién se trataba? Lo había imaginado muchas veces, o al menos había tratado de hacerlo. ¿Cómo sería?Estaba cansado de vivir con esa sombra, de no poder disponerse a ser feliz, de no tener paz interior. Estaba cansando de tener miedo, tanto miedo a tantas cosas…
Un día de esos que hay pocos, de esos que marcan un antes y un después en la vida de las personas, se miró al espejo con atención. Se detuvo a observarse y con horror descubrió que el enemigo tenía su rostro. Que su cara era la cara de él, que no era otro que él, que siempre había sido él.
La sorpresa fue muy grande. El hombre, como todos los hombres, siempre había creído que su enemigo estaba en otro lado, que era otro, que lo podía ubicar en el afuera, pero resultó que estaba dentro de sí, que no era ni más, ni menos que él mismo.
Si antes se había planteado cómo combatir a quien no conocía, ahora con mayor preocupación, se planteaba cómo combatirse a sí mismo, a esa parte de él que le jugaba en contra, que lo torturaba, que no lo dejaba ser feliz.
¿Sería posible librar una batalla contra él mismo?
Y ese mismo día, uno de esos días que hay pocos, de esos que marcan un antes y un después en la vida de las persona, se respondió que sí. Sin dudas, no sería sencillo luchar contra esa voz interior que atentaba contra su paz interior, pero al menos ya sabía a quién se estaba enfrentando y no era poco.
Sin darse cuenta, ya había dado el primer paso para lograr su tan ansiada paz interior, para alcanzar algo que se pareciera a la felicidad o la felicidad misma, esa felicidad cotidiana, sencilla, tranquila, ese tipo de felicidad que puede alcanzarse aquí en la tierra.
Habían sido muchos años de torturarse pensando cuántas cosas no había sido capaz de hacer, mucho tiempo paralizado por el miedo, muchas noches escuchando el mismo fantasma que llenaba de negativas y peligros su realidad.
Se miró nuevamente y sintió, por primera vez en mucho tiempo, que se amaba. Supo que ése sería su punto de partida: el amor; porque en él están la piedad, la paciencia, la voluntad, la esperanza. Si aprendía a amarse más y mejor, sin dudas lograría acallar esa sombría voz que siendo la de él, se asemejaba al infierno mismo.
Ahora sería él quien actuase, tampoco usaría armas, ni látigos, ni puños, libraría su batalla con una herramienta más poderosa que cualquier otra.
Y comenzó a comprenderse, a ser piadoso consigo mismo, a entender el por qué no había hecho ciertas cosas y a partir de allí poder lograrlas y de ese modo, empezó muy de a poco, a escuchar otras voces. Otras que le decían que sí podría, que valía la pena arriesgarse y soñar.
Se preguntarán ¿quién ganó la batalla? El final de este cuento es diferente, pues esta lucha, o la que en realidad libramos los seres humanos contra nuestras miserias y temores, jamás se termina. Más allá de eso, hay una buena noticia: disponerse a ser más feliz y a vivir mejor, sin dudas, es el comienzo de un gran triunfo.

miércoles, 30 de julio de 2014

La farmacia...


Nasrudín estaba sin trabajo y preguntó a algunos amigos a qué profesión podía dedicarse. Ellos le dijeron:

-A ver Nasrudín... Tú eres un hombre muy capaz y sabes mucho sobre las propiedades medicinales de las hierbas. Podrías abrir una farmacia..

Nasrudín volvió a su casa, le estuvo dando vueltas a la cuestión durante unos días, y finalmente se dijo: "Sí, es una buena idea, creo que soy capaz de ser farmacéutico". Claro que Nasrudín estaba pasando por una época en la que deseaba ser muy prominente e importante. "No solo abriré una farmacia que se ocupe de hierbas. Abriré un establecimiento enorme y produciré un gran impacto...".

Entonces compró un local, instaló los estantes y vitrinas, y cuando llegó el momento de pintar la fachada colocó un andamio, lo cubrió con sábanas, y se puso a trabajar sin que nadie pudiera ver nada. A nadie le dejó ver cómo estaba pintando la fachada y qué nombre pondría a la farmacia.
Después de unos días distribuyo panfletos que decían: "Mañana es el gran día. Inauguración: mañana a las 9".

Todas las personas del pueblo y de los pueblos de los alrededores vinieron y se concentraron expectantes frente a la farmacia.

A las 9 en punto salió Nasrudín y, con gesto teatral, sacó la sábana que cubría la fachada de la tienda. La gente que allí estaba vio un gran cartel que decía:
"FARMACIA CÓSMICA Y GALÁCTICA DE NASRUDÍN".
Debajo, con letras más pequeñas: "Armonizada con influencias planetarias".

La gran mayoría de personas que asistieron a la inauguración quedaron muy impresionadas. Aquel día hizo mucho negocio, la gente no dejaba de comprar. Por la tarde el maestro de la escuela del pueblo le visitó y le dijo:

-Francamente Nasrudín, estas afirmaciones que usted hace son un poco dudosas...

-¿Dudosas por qué? -respondió Nasrudín-.

-Eso de cósmica y galáctica, y armonizada con influencias planetarias, francamente...

-No, no, no, no... -dijo Nasrudín- Todas las afirmaciones que yo hago sobre las influencias planetarias son absolutamente ciertas. Cuando sale el sol, abro la farmacia. Cuando el sol se pone, la cierro.

martes, 29 de julio de 2014

Los niños...


En una tarde nublada y fría, dos niños patinaban sin preocupación sobre una laguna congelada.
De repente el hielo se rompió, y uno de ellos cayó al agua. El otro agarro una piedra y comenzó a golpear el hielo con todas sus fuerzas, hasta que logró quebrarlo y así salvar a su amigo.
Cuando llegaron los bomberos y vieron lo que había sucedido, se preguntaron:
 “¿Cómo lo hizo? El hielo está muy grueso, es imposible que haya podido quebrarlo con esa piedra y sus manos tan pequeñas...”
En ese instante apareció un abuelo y, con una sonrisa, dijo:
—Yo sé cómo lo hizo.
— ¿Cómo? —le preguntaron.
—No había nadie a su alrededor para decirle que no podía hacerlo. 

lunes, 28 de julio de 2014

El picador de piedra...


Cuenta la leyenda que un humilde picador de piedra vivía resignado en su pobreza, aunque siempre anhelaba con deseo convertirse en un hombre rico y poderoso. Un buen día expresó en voz alta su deseo y cuál fue su sorpresa cuando vio que éste se había hecho realidad: se había convertido en un rico mercader.
Esto le hizo muy feliz hasta el día que conoció a un hombre aún más rico y poderoso que él. Entonces pidió de nuevo ser así y su deseo le fue también concedido. Al poco tiempo se cercioró de que debido a su condición se había creado muchos enemigos y sintió miedo.
Cuando vio cómo un feroz samurai resolvía las divergencias con sus enemigos, pensó que el manejo magistral de un arte de combate le garantizaría la paz y la indestructibilidad. Así que quiso convertirse en un respetado samurai y así fue.
Sin embargo, aún siendo un temido guerrero, sus enemigos habían aumentado en número y peligrosidad. Un día se sorprendió mirando al sol desde la seguridad de la ventana de su casa y pensó: "él si que es superior, ya que nadie puede hacerle daño y siempre está por encima de todas las cosas. ¡ Quiero ser el sol !".
Cuando logró su propósito, tuvo la mala suerte de que una nube se interpuso en su camino entorpeciendo su visión y pensó que la nube era realmente poderosa y así era como realmente le gustaría ser.
Así, se convirtió en nube, pero al ver cómo el viento le arrastraba con su fuerza, la desilusión fue insoportable. Entonces decidió que quería ser viento. Cuando fue viento, observó que aunque soplaba con gran fuerza a una roca, ésta no se movía y pensó: ¡ ella sí que es realmente fuerte: quiero ser una roca ! Al convertirse en roca se sintió invencible porque creía que no existía nada más fuerte que él en todo el universo.
Pero cuál fue su sorpresa al ver que apareció un picador de piedra que tallaba la roca y empezaba a darle la forma que quería pese a su contraria voluntad. Esto le hizo reflexionar y le llevó a pensar que, en definitiva, su condición inicial no era tan mala y que deseaba de nuevo volver a ser el picador de piedra que era en un principio.

domingo, 27 de julio de 2014

Adiós querido papá...


Realmente lo siento mucho querido papá, creo que esta es la última vez que me podré dirigir a ti. En serio lo siento mucho por todo. Es hora de que sepas la verdad. Voy a ser claro y conciso: “la droga me mató papá”. Conocí a mis asesinos a eso de los quince o dieciséis años. Es horrible, ¿Verdad? ¿Sabes cómo fue?
Un hombre muy bien vestido y que hablaba muy bien, me presentó a mi futuro asesino: la droga. Al principio intenté rechazarla papá, te lo prometo, pero este hombre se metió con mi dignidad y me hizo creer que si no la probaba era porque no sería lo suficientemente hombre.
No es necesario  que te cuente más, ¿verdad? Ingresé en el mundo de las drogas. No hacía nada sin que la drogas no estuvieran presentes de alguna manera.
Yo sentía que las demás personas y la droga eran mis amigos y sonreían y sonreían.
¿Sabes papá? Cuando uno comienza en este mundo encuentra todo ridículo y muy divertido. Incluso a Dios lo encontraba ridículo.
Hoy, en el hospital, reconozco que Dios es lo más importante del mundo y sé que sin su ayuda no te estaría escribiendo esta carta.
Papá, no vas a creerlo, pero la vida de un drogadicto es terrible, uno se siente desgarrado por dentro. Ser drogadicto es terrible y todos los jóvenes deberían saberlo para no entrar en eso. Yo no puedo dar tres pasos sin cansarme. Los médicos dicen que me voy a curar; pero yo veo que cuando salen del cuarto mueven la cabeza. Papá, sólo tengo diecinueve años y ya sé que no tengo oportunidad de vivir por culpa de la droga.
Yo sé que es muy tarde para mí, pero tengo un último encargo para hacerte:
Habla con todos los jóvenes que conoces y muéstrales esta carta. Diles que en cada puerta de los colegios y en cualquier aula, en cada facultad, en cada negocio o en cualquier lugar, puede haber siempre un hombre elegante que puede mostrarles a su futuro asesino, el que destruirá sus vidas.
Por favor haz eso, papá, antes de que sea demasiado tarde para ellos también.
Perdóname, papá; ya sufrí demasiado. Perdóname por hacerte sufrir también con mis locuras.
Adiós, querido papá

sábado, 26 de julio de 2014

Los zapatos de la esquina...



Bob era un muchacho demasiado rebelde y agitador, todos los profesores se quejaban de el, de sus palabras y conducta. Todos los días tenia que cumplir horas en detención por las cosas malas que hacía y lo peor de todo: Bob era un bully, un chico al que le encantaba burlarse de otros, hacer bromas de mal gusto e inclusive algunas veces golpear a otros compañeros que eran indefensos.
Sus padres atribuían su mala conducta al colegio, los maestros se la atribuían a sus padres, a Bob le daba lo mismo, disfrutaba burlarse de los demás en todo momento, tiraba las charolas de las manos de los alumnos, les ponía la zancadilla cada que podía, se burlaba de su forma de vestir e incluso de enfermedades que pudieran tener. Era una persona de muy mal corazón.
Caminando hacia su casa, después de salir de una detención un par de zapatos en una esquina llamaron su atención, no eran los más espectaculares que había visto en su vida, pero ¿qué importaba? Estaban abandonados en la calle, parecían nuevos y según su pensamiento, quien encuentra algo se lo queda. Al llegar a su casa decidió ponérselos para ir al cole en la mañana, no veía la hora de poder lanzar una patada o ponerle la zancadilla a alguien con sus nuevos zapatos.
El sol anunció la llegada de la mañana, Bob, muy entusiasmado se calzo los zapatos, le sorprendió mucho que fueran de su talla, eran perfectos. Bajo a desayunar sintiendo mucha emoción y se dirigió al cole. En el camino pudo sentir sus piernas temblando de la emoción, lo que le satisfacía en gran medida. A más de medio camino el temblor en sus piernas comenzaba a ser más notorio e incontrolable, como acto de magia sus pies se movieron de una forma divertida y apresurada. Cuando llegó a su salón de clases los alumnos no pudieron resistir una carcajada pues bailaba incontrolablemente y resultaba un espectáculo realmente gracioso.
Con cada hora que pasaba sus pies se movían más y más pasando de bailar polka a Flamenco en minutos, en cada salón que visitaba sus compañeros estallaban en carcajadas por sus graciosos movimientos. La noche llegó, Bob se sentía muy mal,  por fin había vivido en carne propia lo que significaba ser el sujeto de burla y no le gustó, al llegar a su habitación comenzó a llorar arrepintiéndose de todas las cosas malas que había hecho en contra de sus compañeros, para su sorpresa los zapatos fueron desapareciendo poco a poco y sus piernas comenzaron a responderle. Muy feliz con esto y aprendiendo su lección, decidió pedir disculpas a todos sus compañeros y profesores. Nunca se pregunto el origen de los zapatos, para el no más relevante que el hecho de haber cambiado como persona, ahora era un joven completamente diferente, se preocupaba por los demás y ayudaba de corazón a otras personas. Todo gracias a los zapatos de la esquina… ¿Quién sabe? Si hay un bully molestando quizás los zapatos aparezcan cuando menos se lo espere.

jueves, 24 de julio de 2014

Hacer café...


Una hija se quejaba con su padre acerca de su vida y de cómo las cosas le resultaban tan difíciles. No sabía como hacer para seguir adelante y creía que se daría por vencida. Estaba cansada de luchar. Parecía que cuando solucionaba un problema, aparecía otro.
Su padre, un chef de cocina, la llevó a su lugar de trabajo. Allí llenó tres ollas con agua y las colocó sobre el fuego. En una colocó zanahorias, en otra colocó huevos y en la última colocó granos de café. Las dejó hervir. Sin decir palabra. 
La hija esperó impacientemente, preguntándose qué estaría haciendo su padre. A los veinte minutos el padre apagó el fuego. Sacó las zanahorias y las colocó en un tazón. Sacó los huevos y los colocó en otro plato. Finalmente, coló el café y lo puso en un tercer recipiente.

Mirando a su hija le dijo: "Querida, ¿Qué ves?"; "Zanahorias, huevos y café" fue su respuesta. La hizo acercarse y le pidió que tocara las zanahorias, ella lo hizo y notó que estaban blandas. Luego le pidió que tomara un huevo y lo rompiera. Luego de sacarle la cáscara, observó el huevo duro. Luego le pidió que probara el café. Ella sonrió mientras disfrutaba de su rico aroma.

Humildemente la hija preguntó: - "¿Qué significa esto, padre?" Él le explicó que los tres elementos habían enfrentado la misma adversidad: agua hirviendo, pero habían reaccionado en forma diferente. La zanahoria llegó al agua fuerte, dura; pero después de pasar por el agua hirviendo se había puesto débil, fácil de deshacer. El huevo había llegado al agua frágil, su cáscara fina protegía su interior líquido; pero después de estar en agua hirviendo, su interior se había endurecido. Los granos de café, sin embargo eran únicos: después de estar en agua hirviendo, habían cambiado el agua. "¿Cuál eres tú, hija?,Cuando la adversidad llama a tu puerta, ¿Cómo respondes?", le preguntó a su hija.

¿Eres una zanahoria que parece fuerte pero cuando la adversidad y el dolor te tocan, te vuelves débil y pierdes tu fortaleza? ¿Eres un huevo, que comienza con un corazón maleable, poseías un espíritu fluido, pero después de una pérdida, una crisis, o un problema te has vuelto duro y rígido? Por fuera te ves igual, pero ¿Eres amargada y áspera, con un espíritu y un corazón endurecido? ¿O eres como un grano de café? El café cambia al agua hirviendo, el elemento que le causa dolor. Cuando el agua llega al punto de ebullición el café alcanza su mejor sabor. 

miércoles, 23 de julio de 2014

El coleccionista de insultos...


Cerca de Tokio vivía un gran samurai, ya anciano, que se dedicaba a enseñar el budismo zen a los jóvenes. A pesar de su edad, corría la leyenda de que era capaz de vencer a cualquier adversario. Cierto día un guerrero conocido por su total falta de escrúpulos pasó por la casa del viejo. Era famoso por utilizar la técnica de la provocación esperaba que el adversario hiciera su primer movimiento y, gracias a su inteligencia privilegiada para captar los errores, contraatacaba con velocidad fulminante. El joven e impaciente guerrero jamás había perdido una batalla. Conociendo la reputación del viejo samurai, estaba allí para derrotarlo y aumentar aún más su fama.

Los estudiantes de zen que se encontraban presentes se manifestaron contra la idea, pero el anciano aceptó el desafío. Entonces fueron todos a la plaza de la ciudad, donde el joven empezó a provocar al viejo. Arrojó algunas piedras en su dirección, lo escupió en la cara y le gritó todos los insultos conocidos, ofendiendo incluso a sus ancestros. Durante varias horas hizo todo lo posible para sacarlo de sus casillas, pero el viejo permaneció impasible. Al final de la tarde, ya exhausto y humillado, el joven guerrero se retiró de la plaza.

Decepcionados por el hecho de que su maestro aceptara tantos insultos y provocaciones, los alumnos le preguntaron:

-¿Cómo ha podido soportar tanta indignidad? ¿Por qué no usó su espada, aun sabiendo que podría perder la lucha, en vez de mostrarse como un cobarde ante todos nosotros?

El viejo samurai repuso:

-Si alguien se acerca a ti con un regalo y no lo aceptas, ¿a quién le pertenece el regalo?
-Por supuesto, a quien intentó entregarlo -respondió uno de los discípulos.

-Pues lo mismo vale para la envidia, la rabia y los insultos añadió el maestro-. Cuando no son aceptados, continúan perteneciendo a quien los cargaba consigo.

martes, 22 de julio de 2014

La puerta negra...


Érase una vez en el país de las mil y una noches...
En este país había un rey que era muy polémico por sus acciones, tomaba a los prisioneros de guerra y los llevaba hacia una enorme sala. Los prisioneros eran colocados en grandes hileras en el centro de la sala y el rey gritaba diciéndoles:

- "Les voy a dar una oportunidad, miren el rincón del lado derecho de la sala."
Al hacer esto, los prisioneros veían a algunos soldados armados con arcos y flechas, listos para cualquier acción.

-"Ahora, continuaba el rey, miren hacia el rincón del lado izquierdo."
Al hacer esto, todos los prisioneros notaban que había una horrible y grotesca puerta negra, de aspecto dantesco, cráneos humanos servían como decoración y el picaporte para abrirla era la mano de un cadáver. En verdad, algo verdaderamente horrible solo de imaginar, mucho más para ver.
El rey se colocaba en el centro de la sala y gritaba: - "Ahora escojan, ¿qué es lo que ustedes quieren? ¿Morir clavados por flechas o abrir rápidamente aquella puerta negra mientras los dejo encerrados allí? Ahora decidan, tienen libre albedrío, escojan." 
Todos los prisioneros tenían el mismo comportamiento: a la hora de tomar la decisión, ellos llegaban cerca de la horrorosa puerta negra de más de cuatro metros de altura, miraban los cadáveres, la sangre humana y los esqueletos con leyendas escritas del tipo: "viva la muerte", y decidían: -"Prefiero morir atravesado por las fechas."
Uno a uno, todos actuaban de la misma forma, miraban la puerta negra y a los arqueros de la muerte y decían al rey:
- "Prefiero ser atravesado por flechas a abrir esa puerta y quedarme encerrado".
Millares optaron por lo que estaban viendo: la muerte por las flechas.
 
Un día, la guerra terminó. Pasado el tiempo, uno de los soldados del "pelotón de flechas" estaba barriendo la enorme sala cuando apareció el rey. El soldado con toda reverencia y un poco temeroso, preguntó: - "Sabes, gran rey, yo siempre tuve una curiosidad, no se enfade con mi pregunta, pero, ¿qué es lo que hay detrás de aquella puerta negra?"
El rey respondió: Pues bien, ve y abre esa puerta negra." 
El soldado, temeroso, abrió cautelosamente la puerta y sintió un rayo puro de sol besar el suelo de la enorme sala, abrió un poco más la puerta y más luz y un delicioso aroma a verde llenaron el lugar.
El soldado notó que la puerta negra daba hacia un campo que apuntaba a un gran camino. Fue ahí que el solda
do se dio cuenta de que la puerta negra llevaba hacia la libertad.

lunes, 21 de julio de 2014

El paquete de galletas...


Había una vez una señora que debía viajar en tren.
Cuando la señora llegó a la estación, le informaron de que su tren se retrasaría aproximadamente una hora. Un poco fastidiada, se compró una revista, un paquete de galletas y una botella de agua. Buscó un banco en el andén central y se sentó, preparada para la espera.

Mientras ojeaba la revista, un joven se sentó a su lado y comenzó a leer un diario. De pronto, sin decir una sola palabra, estiró la mano, tomó el paquete de galletas, lo abrió y comenzó a comer. La señora se molestó un poco; no quería ser grosera pero tampoco hacer de cuenta que nada había pasado. Así que, con un gesto exagerado, tomó el paquete, sacó una galleta y se la comió mirando fijamente al joven.

Como respuesta, el joven tomó otra galleta y, mirando a la señora a los ojos y sonriendo, se la llevó a la boca. Ya enojada, ella cogió otra galleta y, con ostensibles señales de fastidio, se la comió mirándolo fijamente.

El diálogo de miradas y sonrisas continuó entre galleta y galleta. La señora estaba cada vez más irritada, y el muchacho cada vez más sonriente. Finalmente, ella se dio cuenta de que sólo quedaba una galleta, y pensó: "No podrá ser tan caradura" mientras miraba alternativamente al joven y al paquete. Con mucha calma el joven alargó la mano, tomó la galleta y la partió en dos. Con un gesto amable, le ofreció la mitad a su compañera de banco.

-¡Gracias! -dijo ella tomando con rudeza el trozo de galleta.

-De nada -contestó el joven sonriendo, mientras comía su mitad.

Entonces el tren anunció su partida. La señora se levantó furiosa del banco y subió a su vagón. Desde la ventanilla, vio al muchacho todavía sentado en el andén y pensó: "¡Qué insolente y mal educado! ¡Qué será de nuestro mundo!" De pronto sintió la boca reseca por el disgusto. Abrió su bolso para sacar la botella de agua y se quedó estupefacta cuando encontró allí su paquete de galletas intacto.

domingo, 20 de julio de 2014

La casa imperfecta...


Un maestro de construcción ya entrado en años estaba listo para retirarse a disfrutar su pensión de jubilación. Le contó a su jefe acerca de sus planes de dejar el trabajo para llevar una vida más placentera con su esposa y su familia. Iba a extrañar su salario mensual, pero necesitaba retirarse; ya se las arreglarían de alguna manera.

El jefe se dio cuenta de que era inevitable que su buen empleado dejara la compañía y le pidió, como favor personal, que hiciera el último esfuerzo: construir una casa más. El hombre accedió y comenzó su trabajo, pero se veía a las claras que no estaba poniendo el corazón en lo que hacia. Utilizaba materiales de inferior calidad, y su trabajo, lo mismo que el de sus ayudantes, era deficiente. Era una infortunada manera de poner punto final a su carrera.

Cuando el albañil terminó el trabajo, el jefe fue a inspeccionar la casa y le extendió las llaves de la puerta principal. "Esta es tu casa, querido amigo ---dijo-. Es un regalo para ti".

Si el albañil hubiera sabido que estaba construyendo su propia casa, seguramente la hubiera hecho totalmente diferente. ¡Ahora tendría que vivir en la casa imperfecta que había construido!