jueves, 15 de noviembre de 2012

Sumas...


En una ocasión, un hombre empezó una sesión escribiendo en una pizarra unos números; eran simplemente unas sumas.


Escribió seis sumas y en dos de ellas había equivocaciones, las otras cuatro estaban bien. Al terminar las seis sumas pidió al auditorio que, por favor, le hicieran comentarios de lo hecho. Todo el mundo se le echó encima diciendo:

-Atención a la suma No.3, le falta el signo de 
suma, y 4 más 6 no son 8, sino 10; y llevamos 1


-En la No.5 pasa que 2+2 no son cinco.


El fue preguntando, ¿no hay nadie que tenga nada más que decirme respecto al trabajo que he hecho?; nadie contestó y él, volviéndose al auditorio, dijo: pensemos que desafortunadamente la relación nuestra ante una pizarra con seis sumas, cuatro de las cuales estaban bien y dos mal, es la que hemos tenido: nos dedicamos a criticar y a chillar contra las dos sumas que no estaban bien, pero no felicitamos al autor por las cuatro que ha hecho bien. Igual acostumbramos a hacer en la vida. Este es realmente el trato que damos a nuestras relaciones humanas, con esposa, hijos, amigos y compañeros.


Sepamos decir una palabra de elogio, una palabra de agradecimiento por las cosas que están bien y que nos gustan, veremos que con ello estimularemos a los demás a hacer las cosas mejor y al mismo tiempo nos sentiremos más satisfechos de nosotros mismos al ser sensibles a todo lo bueno y lo bello que nos rodea.
Al juzgar, tengamos en cuenta que debemos aportar luz y no calor, y que "LAS FALTAS SON GRANDES CUANDO EL AMOR ES PEQUEÑO".
Para ser sensibles ante el prójimo hay que dedicarle tiempo

miércoles, 17 de octubre de 2012

Dando un poco de color al asunto...


En un avión:

- ¿Cual es el problema señora? -pregunta la azafata.


- ¿Es que no lo ve? -responde la señora- Me colocaron junto a un negro. No soporto estar al lado de uno de estos seres repugnantes ¡¡Denme otro asiento!!


- Por favor, cálmese -contesta la azafata- Casi todos los asientos están ocupados, voy a ver si encuentro uno libre.

La azafata se aleja y vuelve algunos minutos más tarde.

- Señora, como yo pensaba, no hay ningún sitio libre en la clase económica. Hablé con el Comandante y me confirmó que están todos los asientos ocupados en la clase económica. No obstante, tenemos un asiento libre en primera clase.

Antes de que la señora pueda hacer ningún comentario, la azafata continúa.

- Es del todo inusual permitir a una persona de la clase económica sentarse en primera clase. Pero, vistas las circunstancias, el comandante encuentra que sería escandaloso obligar a alguien a sentarse junto a una persona tan repugnante.

Y dirigiéndose al negro, la azafata le dice:

- Si el Sr. Lo desea, tome su equipaje de mano, ya que un asiento en primera clase le espera.

Y todos los pasajeros alrededor, que, sorprendidos, asistían a la escena se levantaron y aplaudieron...

lunes, 1 de octubre de 2012

El mono y el escorpión...



Una vez, en alguna parte, leí una historia. Hablaba de un mono y un escorpión. Habiendo llegado a la orilla de un gran río, el mono decide atravesarlo a nado. Apenas ha metido una pata en el agua, oye una vocecilla que lo llama. Mira alrededor y, a poca distancia, ve a un escorpión.

“Oye –le dice el escorpión-, ¿serías tan amable de llevarme?”

El mono lo mira fijamente a los ojos.


“No tengo la menor intención. Con ese aguijón podrías atacarme mientra nado y hacer que me ahogue”.

“¿Por qué iba a hacerlo? –responde el escorpión-. Si tú te ahogaras, también moriría yo. ¿Qué sentido tendría?”

El mono piensa un poco y le dice: “¿Me juras que no lo harás?”

“¡Te lo juro!”

Entonces el escorpión sube a la cabeza del mono y el mono empieza a nadar hacia la otra orilla.

Cuando está casi a la mitad, siente de pronto un pinchazo en el cuello. El escorpión le ha picado.

“¿Por qué lo has hecho? –grita el mono-. ¡Ahora moriremos los dos!”

“Perdona –responde el escorpión-, no he podido evitarlo. Es mi naturaleza”.

sábado, 31 de marzo de 2012

Riquezas...


Un día como cualquiera, un padre de una familia adinerada llevó a su hijo a un viaje por el campo con el firme propósito que su hijo viera cuan pobre era la gente que vive en el campo.Estuvieron pasando todo el día y la noche en una granja de una familia campesina muy humilde. Al concluir el viaje, ya de regreso a casa, el padre le pregun­ta a su hijo:
-Padre: ¿Qué te pareció el viaje?
-Hijo: Muy bonito, papá.
-Padre: ¿Viste lo pobre que puede ser la gente?
-Hijo: Si.
-Padre: ¿Y qué aprendiste?
-Hijo: Vi que nosotros tenemos un perro en casa, ellos tienen cinco. Nosotros tenemos una piscina larga hasta a la mi­tad del jardín, ellos tienen un arroyo que no tiene fin. Nosotros tenemos lámparas importadas en el patio, ellos tienen las estrellas. Nuestro patio llega hasta la muralla de la casa, el de ellos tiene todo un horizonte. Ellos tienen tiempo para conversar y convivir en familia, tú y mi mamá tienen que trabajar todo el día y casi nunca los veo.Al terminar el relato, el padre se quedó mudo, y su hijo agregó: ¡¡¡Gracias papá, por enseñarme lo ricos que podemos lle­gar a ser!!!

domingo, 22 de enero de 2012

Los niños que creían en "NADA"...

Nadie le daría trabajo con lo vieja que estaba, e indagar sobre si disponía de ahorros para montar un negocio en toda regla sería una falta de sensibilidad; por no decir un exceso de estupidez. Qué hacer cuando las carnes te exigen sobrevivir. ¿Pedir limosna? Buenos Aires ya no estaba para eso. Tendría que ganarse la vida haciendo algo de dudosa moralidad. Qué cosa. Qué podría hacer sin perjudicar a la gente. Optó por vender aire, como lo hacían miles de empresas, pero ella no sería una desalmada. Cobraría montos irrelevantes y el aire que daría a cambio no contendría un valor superfluo. Empezaría a venderlo de inmediato porque, además, sabía que ningún pariente le iba a dar cobijo. No los tenía, ni hacia los lados ni hacia abajo. Hacia arriba, menos.

Sandra realmente era vieja. 57 años olvidada en la cárcel por haber matado a su marido le impidieron procrear. Era él o ella. Los moratones acumulados en su cuerpo lo demostraban, pero en el juicio no valieron. El abogado contratado por su suegra era de los caros, de esos con influencias.

Desde el 12 de octubre de 2003, Sandra anduvo libre por las calles. ¡Vaya mentira! Sus carnes la arrinconaron más que nunca. En su estómago tenía aire, pero uno muy distinto del que estaba por vender. En la cárcel había aprendido algo de magia. Hacía desaparecer objetos pequeños, como cigarrillos y monedas. Con una esfera de cristal de cuatro centímetros de diámetro no tendría problemas.

Entre la basura, encontró cajas de un tamaño ideal para empaquetar, una y otra vez, su única esfera. Sólo le faltaban cintas de colores para, en el momento de la venta, atar la caja correspondiente y adornarla con un listón. Las consiguió enseguida. Frente a una tienda de juguetes, interpretando el papel de una bruja buena de cuento, atraía la atención de los pequeños con un discurso dulce en el tono y seductor en las palabras:

“Mira esta bola de cristal. Es ligera como el aire. Es mágica. Mágica para los que poseen el don. ¿Tú lo posees? No mires a tus padres, la respuesta sólo la puede saber uno mismo. Meteré esta bola especial en esta caja… así, ¿ves? Ahora, ataremos la caja con esta cinta para asegurarnos de que se mantenga cerrada hasta que llegues a tu casa. Si al abrirla descubres que la bola se ha desmaterializado (que ya no está), sabrás que posees el don. Pero la bola no habrá desaparecido, sólo habrá cambiado de lugar. Habitará dentro de ti para siempre y te será muy útil en tus sueños, porque con ella vencerás a cualquier monstruo y te ayudará a encontrar mundos llenos de personas y cosas bellas y alegres. Dormirás feliz”.

Los padres, confiando en que la vieja los timase con una caja vacía, se la compraban por unas cuantas monedas. Funcionaba. El boca a boca hizo cada vez más conocida a la vieja de enfrente de la juguetería en Rivadavia, entre la avenida Otamendi y Campichuelo.

A Sandra Febres Queipo se le recuerda como “La bruja de la bola invisible”. Murió el 7 de enero de 2005. Ni bien pasaron dos meses, la juguetería —que no voy nombrar para no hacerle publicidad— lanzó un producto con la imagen ilustrada de su personaje y con el nombre con el que se le conocía. No lo vendieron como esperaban.

En 2008 dejaron de producirlo. Pensaron que la magia de Sandra también era comercializable, pero pasaron por alto el truco de su éxito. Era la voz de ella, la convicción en su tono, lo que agudizaba en los niños el don de creer… de creer que en esa nada que encontraban en la caja fuese posible todo...