viernes, 26 de junio de 2015

Vivir el presente...





“Un hombre se le acercó a un sabio anciano y le dijo: -Me han dicho que tú eres sabio…. Por favor, dime qué cosas puede hacer un sabio que no está al alcance de las demás de las personas. El anciano le contestó: cuando como, simplemente como; duermo cuando estoy durmiendo, y cuando hablo contigo, sólo hablo contigo. Pero eso también lo puedo hacer yo y no por eso soy sabio, le contestó el hombre, sorprendido. Yo no lo creo así, le replicó el anciano.
Pues cuando duermes recuerdas los problemas que tuviste durante el día o imaginas los que podrás tener al levantarte. Cuando comes estás planeando lo que vas a hacer más tarde. Y mientras hablas conmigo piensas en qué vas a preguntarme o cómo vas a responderme, antes de que yo termine de hablar. El secreto es estar consciente de lo que hacemos en el momento presente y así disfrutar cada minuto del milagro de la vida.”

Un camino embarrado...




Tanzan Y Ekido iban un día por un camino embarrado. Caía una fuerte lluvia. Al llegar a un recondo, se encontraron a una joven encantadora con kimono y faja de seda, que no podía atravesar el cruce.
“Vamos, muchacha”, dijo Tanzan enseguida, y alzándola en brazos la pasó.
Ekido no volvió a hablar hasta la noche, cuando llegaron a alojarse en un templo. Entonces no pudo contenerse más. “Nosotros los monjes, no debemos acercarnos a las mujeres”, le dijo a Tanzan, “especialmente a las jóvenes y bonitas. Es peligroso. ¿Por que hizo usted eso?”.
“Yo dejé a la chica allá atrás”, dijo Tanzan. “¿Usted todavía la está cargando?”.

miércoles, 17 de junio de 2015

José y el ladrillo...


José iba en su nuevo automóvil, un gran Jaguar a mucha velocidad.
¿La razón? Llegaría tarde al trabajo si no corría.
Su automóvil Jaguar rojo brillante, era una de sus mas preciadas posesiones, cuando
súbitamente… ¡Un ladrillo se estrelló en la puerta de atrás!

José frenó el auto y dio reversa hasta el lugar de donde el ladrillo había
salido.

Se bajó del automóvil y vio a un niño sentado en el piso. Lo agarró, lo sacudió y le gritó muy enojado: ¿Qué demonios andas haciendo? ¡Te va a costar muy caro lo que le hiciste a mi auto! ¿Por qué me tiraste el
ladrillo?

El niño llorando, le contestó: ‘Lo siento, señor, pero no sabía
qué hacer, mi hermano se cayó de su silla de ruedas y está lastimado, y no lo
puedo levantar yo solo. Nadie quería detenerse a ayudarme!’

José sintió un nudo en la garganta, fue a levantar al joven, lo sentó en su silla de ruedas,
y lo revisó. Vio que sus raspaduras eran menores, y que no estaba en peligro.

Mientras el pequeño de 7 años empujaba a su hermano en la silla
de ruedas hacia su casa, José caminó lentamente a su Jaguar,
pensando…

La lagartija y la flor...

cuento-infantil-lagartija

A una lagartija le gustaba descansar bajo la luz del sol durante todo el día, salvo para cazar hormigas. En la noche se metía a su madriguera para hacer lo mismo al día siguiente.
La flor de un cactus solía decirle que dejara de estar quieto todo el día puesto que no era conveniente, pero la lagartija le contestó diciéndole que posarse bajo el sol era parte de su naturaleza, debido a que los reptiles tenían sangre fría y necesitaban calentarse para buscar comida. Era un argumento razonable, pero la flor podía tener la razón, pasar el día bajo el sol no significaba que no debía estar alerta.
La lagartija le dijo que era un desierto seco, las víboras que allí se arrastraban solo comían ratones y lagartijas de color negro, y no había montes donde anidaran las aves, su piel simulaba la tierra, por tal razón, no corría peligro, aún así la flor le dijo que no soñara, pero la lagartija lo ignoró.
Un día quiso asolearse en el suelo y de pronto, una rata apareció, olfateó a la lagartija y la engulló, su camuflaje la protegía de la vista, pero no de su aroma.

lunes, 15 de junio de 2015

El fantasma...

                                   


Esta es la historia de un joven que no podía dormir casi nunca puesto que un fantasma espectral le aparecía en sueños y le angustiaba revelándole todos los secretos más íntimos que él albergaba, demostrándole así que lo sabía todo acerca de él.

El joven estaba desesperado, hasta el punto que llegó a detestar el momento de acostarse pese al cansancio acumulado. Había visitado doctores y psicólogos, había confesado su problema a amigos, lo había intentado todo, pero sin resultados: el espectro seguía presentándose cada noche y le recordaba todos los rincones más íntimos y dolorosos.

Ya al borde de un colapso nervioso, decidió pedir auxilio de un célebre maestro zen que practicaba en la misma provincia. Fue a ver al maestro que le recibió amistosamente. Tras haberle explicado el dilema, el joven añadió: " Ese fantasma lo sabe todo, absolutamente todo acerca de mí, ¡Incluso conoce mis pensamientos! No puedo sustraerme a su dominio ". El maestro pensó que la solución no estaba fuera del alcance del chico y le sugirió que hiciera un trato con el fantasma. " Esta noche, antes de acostarte -le dijo- coge un puñado de lentejas al azar y no las sueltes. Luego acuéstate y espera. Cuando el espectro se presente proponle un trato. Dile que si adivina cuántas lentejas tienes en la mano será para siempre tu dueño y que si no lo adivina deberá desaparecer para siempre. Vamos a ver que pasa ".

El chico procedió del modo que le aconsejo el maestro. Poco después de acostarse el fantasma apareció y le dijo: " Sé que intentas librarte de mí. También sé que te has ido a ver aquel bobo del monje zen para que te ayude a echarme, pero tus esfuerzos no te servirán para nada "." Bueno -respondió el joven- ya sabía que me habrías descubierto, así como supongo que indudablemente sabrás cuantas lentejas tengo en el puño ". El fantasma desapareció para no volver nunca jamás. Lo que no sabía el chico no lo podía saber su fantasma.

El marido desconfiado...




Al llegar a mayor, y tras una larga vida hogareña con alegrías y sufrimientos cotidianos, unos esposos decidieron renunciar a la vida mundana y dedicar el resto de sus vidas a la me­ditación y a peregrinar a los más sacrosantos san­tuarios.
En una ocasión, de camino a un templo Himalayo, el hombre vio en el sendero un fabuloso rubí. Con gran rapidez, colocó uno de sus pies sobre la piedra preciosa para ocultarla, pensando que, si su mujer la veía, tal vez surgiera en ella un senti­miento de codicia que pudiese contaminar su mente y retrasar su evolución mística. Pero la mu­jer descubrió la artimaña de su marido y con voz tranquila le comentó:

—Querido, me gustaría saber por qué has re­nunciado al mundo terrenal si todavía haces distinción en­tre un simple rubí y el polvo.

sábado, 13 de junio de 2015

El vaso de agua...


En una sesión grupal, la psicóloga en un momento dado levantó un vaso de agua.

Cuando todos esperaban oír la pregunta: "¿Está el vaso medio lleno o medio vacío?" , ella en lugar de ésto preguntó:
- ¿Cuánto pesa este vaso?
Las respuestas de los componentes del grupo variaron entre 200 y 250 gramos.
Pero la psicóloga respondió:
El peso absoluto no es importante, sino el percibido, porque dependerá de cuánto tiempo sostengo el vaso: Si lo sostengo durante 1 minuto, no es problema. Si lo sostengo 1 hora, me dolerá el brazo. Si lo sostengo 1 día, mi brazo se entumecerá y paralizará.
El vaso no cambia, pero cuanto más tiempo lo sujeto, más pesado y más difícil de soportar se vuelve. 
 
Después continuó diciendo:

Las preocupaciones son como el vaso de agua. Si piensas en ellas un rato, no pasa nada. Si piensas en ellas un poco más empiezan a doler y si piensas en ellas todo el día, acabas sintiéndote paralizado e incapaz de hacer nada.
¡Acuérdate de soltar el vaso!

El problema...




Un gran maestro y un guardián compartían la administración de un monasterio zen.
Cierto día el guardián murió, y había que sustituirlo.

El gran maestro reunió a todos sus discípulos, para escoger a quien tendría ese honor. "Voy a presentarles un problema dijo-. Aquel que lo resuelva primero será el nuevo guardián del templo".

Trajo al centro de la sala un banco, puso sobre este un enorme y hermoso florero de porcelana con una hermosa rosa roja y señaló: "Este es el problema".

Los discípulos contemplaban perplejos lo que veían: los diseños sofisticados y raros de la porcelana, la frescura y elegancia de la flor... ¿Qué representaba aquello? ¿Qué hacer? ¿Cuál era el enigma? Todos estaban paralizados.

Después de algunos minutos, un alumno se levanto, miró al maestro y a los demás discípulos, caminó hacia el vaso con determinación y lo tiró al suelo.

"Usted es el nuevo guardián -le dijo el gran maestro, y explicó-: Yo fui muy claro, les dije que estaban delante de un problema. No importa qué tan bellos y fascinantes sean, los problemas tienen que ser resueltos.

Puede tratarse de un vaso de porcelana muy raro, un bello amor que ya no tiene sentido, un camino que debemos abandonar pero que insistimos en recorrer porque nos trae comodidades. Sólo existe una forma de lidiar con los problemas: atacarlos de frente. En esos momentos no podemos tener piedad, ni dejarnos tentar por el lado fascinante que cualquier conflicto lleva consigo".

miércoles, 10 de junio de 2015

Nahuel quiere cantar...






‘¡Vete y no vengas más! La música no es para ti’. Al escuchar a su profesora Nahuel se puso muy triste y, completamente confundido y frustrado, abandonó la clase de canto. No hay nada más triste para un niño que oír de labios de un mayor en el que confía que justo lo único que desea hacer en su vida no es para él.

Por suerte, Nahuel era un niño muy seguro de sí mismo; y la negativa de su profesora de canto de seguir enseñándole le sirvió como impulso para buscar su propio camino. Le esperaban momentos de mucha desesperación que sabría enfrentar con todas sus energías. Comenzó escuchando todo lo que llegaba a sus manos y entrenando su oído con disciplina. Una tarde se dijo ‘si aprendemos a hablar imitando, ¿por qué no hacer lo mismo con la música?’ Así fue como empezó a imitar a sus cantantes favoritos. Pero tampoco conseguía demasiado con ello; podía imitarlos pero algo había en su voz que sonaba sumamente raro y descontrolado.
Una tarde, mientras dejaba pasar el día sentado en el banco de un parque, se le acercó un joven que traía un inmenso armatoste en una mano, su contrabajo. Se pusieron a conversar; Nahuel no perdía un sólo momento para aprender más cosas relacionadas con el mundo de la música del que se sentía totalmente enamorado.
En un momento el joven le dijo ‘Tú tienes una voz maravillosa. Tu problema es que no confías en ti e intentas hacer lo que hacen otros; no dejas fluir tu propia voz. Sería bueno que tomaras clases para aprender cuestiones importantes respecto a la técnica, pero antes de ello tienes que encontrar tu voz’.
Desde ese día la vida de Nahuel cambió para siempre. Comenzó a soltarse y lo que encontró que era capaz de hacer con su voz lo dejó asombrado. Atrás había quedado ese día en que la profesora lo echó de la clase; pero no en vano.
Una tarde mientras ella disfrutaba de un concierto importante que se realizaba en su ciudad descubrió que Nahuel era uno de los cantantes principales. Al finalizar el concierto se le acercó y le pidió disculpas por haberlo tratado tan duramente aquella tarde. Nahuel ya había andado demasiado y se sentía a gusto consigo mismo; le dijo que lo sentía muchísimo pero que no la recordaba, ‘pero le agradezco que haya venido a verme’, le dijo. Y ella abandonó el teatro cabizbaja mientras él continuaba saludando a la gente y haciéndose fotos con el público....


Hasta que la muerte nos separe...




Ezra era un joven que vivía anticipándose a las pérdidas. Se había pasado la mitad de su infancia deseando que ese período no terminara, y el resto de su vida, añorando esos instantes de belleza y libertad. Su hermano Amos era absolutamente diferente, lo único que le importaba era el presente y vivía cada instante como si fuera el último.
Entre Amos y Ezra había una extrema conexión; tal es así que cuando eran pequeños solían incluso enfermar juntos. El primero en indisponerse siempre era Ezra y a los pocos días su hermano aparecía con los exactos síntomas y era diagnosticado y tratado de la misma manera que él. Amos culpaba a Ezra por enfermarse y pasarle su mal; sin embargo, no había días que disfrutara más que aquéllos que transcurría encerrado junto a su hermano.
El tiempo pasó y las circunstancias provocaron que entre los hermanos se abriera un abismo. La muerte de los padres fue un detonante importante de aquella separación ya que a Ezra le costó mucho aceptarla y cada vez que se veían se echaba a llorar desconsoladamente como cuando era niño. Amos decidió que no podía seguir viéndolo porque tarde o temprano conseguiría que también él cayera en ese pozo oscuro del que Ezra no mostraba indicios de querer salir. Además, Amos pensó que si dejaba de ver a su hermano evitaría morir de joven, cosa a la que le tenía muchísimo miedo. Estaba convencido de que por la forma de ser de Ezra pronto enfermaría de algo grave y si él lo sabía, posiblemente desarrollaría la misma dolencia. Y si de algo estaba seguro era de no querer morir.
Amos no estaba tan equivocado; Ezra enfermó gravemente a los treinta años y debió someterse a dos largos años de tratamiento y sufrimiento, en la más absoluta soledad. Al regresar a su casa, el mismo día en el que le habían dado el alta, encontró un mensaje en el contestador de su teléfono: su hermano, Amos acababa de fallecer de la misma enfermedad que él había vencido.