Una vez, en alguna parte, leí una historia. Hablaba de un mono y un escorpión. Habiendo llegado a la orilla de un gran río, el mono decide atravesarlo a nado. Apenas ha metido una pata en el agua, oye una vocecilla que lo llama. Mira alrededor y, a poca distancia, ve a un escorpión.
“Oye –le dice el escorpión-, ¿serías tan amable de llevarme?”
El mono lo mira fijamente a los ojos.
“No tengo la menor intención. Con ese aguijón podrías atacarme mientra nado y hacer que me ahogue”.
“¿Por qué iba a hacerlo? –responde el escorpión-. Si tú te ahogaras, también moriría yo. ¿Qué sentido tendría?”
El mono piensa un poco y le dice: “¿Me juras que no lo harás?”
“¡Te lo juro!”
Entonces el escorpión sube a la cabeza del mono y el mono empieza a nadar hacia la otra orilla.
Cuando está casi a la mitad, siente de pronto un pinchazo en el cuello. El escorpión le ha picado.
“¿Por qué lo has hecho? –grita el mono-. ¡Ahora moriremos los dos!”
“Perdona –responde el escorpión-, no he podido evitarlo. Es mi naturaleza”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario